Una teoría

Hay una teoría: a todos los que –bueno, a todos todos no, pero al ochenta, noventa por ciento– convivieron mucho tiempo, y un día deciden casarse, les va mal al poco tiempo.

Yo no sabía, me contó la señora del súper. La señora que estaba detrás de mí en la fila, mientras esperábamos para pagar en el súper del barrio. Que en realidad no me lo contaba a mí, sino a la otra señora que estaba con ella.

Y es que ellos habían vivido juntos catorce años, y hace un año se habían casado. Por iglesia. Habían hecho una fiesta y todo. Pero bueno, es que había muchos intereses. Hay muchos intereses. Pero a ella no le importa, mientras le llegue la platita… Porque ella lo que quiere es mantener la vida que lleva. Y ahora ya no tienen que ocultarse, por eso él ahora se pase con una morocha. Incluso la lleva a la carnicería, ¿te parece? Porque hay cosas que no podés hacer. Al menos por los clientes, ¿viste? Y el otro día la otra señora fue a la verdulería, que está enfrente justo, y la verdulería estaba llena (tuvo que esperar como quince minutos para que la atendieran) y en la carnicería no había nadie. Y si bien a él le iba bien, viste que es medio difícil saber cuánto ganás, y toda la que él gastó, ni sabe si era la vuelta o no. Porque la tenés, pero no sabés si es ganancia, o es la vuelta. Aunque para la otra señora, la verdad, no se separaron, si querés que te diga la verdad. Hay algo raro ahí. Pero la señora hace rato que no tiene contacto. La última vez fue cuando la llamó y le pidió si le ponía las cosas en un remís, porque las cosas no andaban bien, y se estaban yendo (y hacía poquito que habían vuelto de la última pelea). Y entonces ella llamó un remís, y le mandó las cosas. Porque le correspondía, ¿viste? Porque ella le había prestado unas cosas para el cumpleaños de Pablo, y nunca se las había devuelto. Ella le había dicho, que si te prestan algo vos te tenés que encargar de devolverlo, pero él había dicho que no, que se ocupen ellos. Que no, que no es asi, le había dicho ella, pero bueno, ¿viste? Antes andaba mucho con Pablo, que acompañame a comprar esto, que vamos allá, y con Jorgito también, y después… Porque antes ella, cada quince días más o menos, al menos llamaba para ver cómo andaba, pero después de eso, no. Es que, ¿sabés qué? No le nace. Y si no le nace, ¿para qué? Y bueh…

Y la otra señora tenía manteca, bueno, porque si no iba y compraba, bah, si a los tuyos les gustan con manteca. Sí, les gustan. Sí, con manteca y queso. Lo más rico del mundo. Bah, a los de la señora les gustan como vengan: con manteca, con salsa, con aceite, como venga.

Y fue así como pude soportar el tedio de estar parado quince minutos con una cerveza, un paquete de servilletas, y un paquete de comida para gatos, esperando que la china que me atiende desde hace más de un año me esgrima la misma pregunta de siempre:

“¿Tenénváse?”

“Sí, te lo dejé allá.”

[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]

S.

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