¿Alguien tuvo alguna vez una birome de principio a fin?

Y no me refiero a las recargables, o a esa favorita que tenés siempre ahí, o a esa que te regaló un amor; no, me refiero a la birome, a la común, a la genérica, a la clásica, típica, porteña, esa con o sin propaganda, pero birome. Nada de eufemismos ni confusiones: birome.

Porque hay algo con las biromes, es casi místico. Si mirás ahora en tu cartuchera o el bolsillo de la mochila, o en el escritorio o junto a un cuaderno, cerca del teléfono, probablemente encuentres una birome. Y probablemente no la hayas comprado. O te la regalaron, o la encontraste, o la tomaste prestada, o te olvidaste de devolverla, o lo que es mucho más común, simplemente estaba ahí, y no sabés de dónde vino. Pero seguro que no la compraste.

Si pensás en lo que duran, son baratas, pero sin embargo, cuando las vas a comprar -porque esto muy de vez en cuando debe suceder- te sorprendés al descubrir el precio. Pero después pensás que por lo que duran, son baratas. Pero nunca llegás a terminarlas.

Porque las biromes son así: aparecen de cualquier lado, y desaparecen antes de que puedas terminarlas. A estas alturas me parece casi una falta de respeto y consideración hacia la birome ir a comprarla. La birome aparece, y listo; y cuando menos te lo esperes ¡zas! No está por ningún lado.

Ha habido casos, esto es cierto y debo mencionarlo, en que he visto gentes -a mi nunca me ha pasado- teniendo que interrumpir el escrito porque la birome, de golpe y finalmente, se quedó sin tinta. Yo en lo personal creo que se trata de biromes de muy baja autoestima o conciencia social, o algo así. Se dejaron morir, se rindieron, se entregaron.

Si hubiera un código de las biromes (y seguro que lo hay) uno de los puntos debería decir que la birome no se acaba nunca en la mano del escriba; y mucho menos, entre palabras!

[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]

S.

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