Florida era un quilombo. Siempre lo es. Siempre lo es un día de semana, cuando toda la gente trabaja, y paga impuestos, y va a los bancos, y sale a pasear, y mira vidrieras, y toma café, y habla por celular.
Y entre toda esa gente, esa fauna, ese relieve, no es raro, en estos días devaluados, encontrar turistas. Pero por algún motivo, éste me llamó la atención.
No era rubio, no estaba vestido muy raro, no miraba extasiado las vidrieras y los precios, y no caminaba con paso de turista. De hecho no caminaba, estaba parado; en lugar de cámara tenía autitos en sus manos, y en lugar de hablar en alguna lengua extranjera, repetía en buen castellano:
“Carritos… a diez pesos los carritos!”
[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]