Haría unos cinco o seis días que, a raíz de un evento fortuito, que terminaría sin más, yo estaba preocupado. Primero estuve preocupado simplemente, después estuve paranoico; tuve miedo, y estuve bastante nervioso. El asunto, como dije, se resolvió, hace ya cuatro días. Sin embargo, yo seguía inquieto.
La sensación era de ansiedad, de algo por venir, de algo que estaba por pasar. De algo que estaba por pasarle, más precisamente. Impropio de mí, controlaba entradas y salidas, preguntaba por horarios, bosquejaba itinerarios. No sabía por qué, pero tenía la sensación de que debía prestar especial atención, porque algo estaba por pasar. Más de una noche la pasé en vela, hasta quien sabe qué hora, pensando quien sabe en qué. Sin duda, encontré opciones alternativas a las que achacarles todas las responsabilidades.
Estaba en casa ayer, a punto de tomar el primer sorbo de mi café, cuando sonó el teléfono. La habían atropellado en la calle, estaban esperando la ambulancia. A eso siguió el susto, las corridas, los controles de rutina, el alta, la vuelta, las risas. Todo en cuestión de horas nada más.
Recién hoy, temprano en la mañana, mientras me abrochaba la camisa, sentí todo el peso que me había sacado de encima.
[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]