He notado que a pesar de todo lo que me gusta pasar tiempo en bares y cafés, no logro concebir la idea de sentarme en una mesa que no dé a la ventana, o en su defecto, esté pegada a la pared.
Comprendo que puede sonar absurdo, pero así es. Estoy casi convencido de que se trata de una cuestión íntimamente relacionada a tratar de evitar, por todos los medios posibles, ser observado. En el caso de la ventana, la ecuación es perfecta, porque puedo ver a los transeúntes sin que ellos puedan verme a mí (los escasísimos segundos que podrían dedicarme al pasar no son nada comparados con los cuantiosos metros -y ni hablar de la cantidad de gente- que yo puedo ver: la cosa va en mi favor sin más miramientos). En el caso de estar contra la pared, puedo al menos evitar que me miren desde uno de los flancos. Estar en el rincón sería casi soñado; y ni hablar de estar sentado al fondo, contra la pared, en el rincón, junto a la ventana. Ah..!
Vislumbro, en mis momentos más ambiciosos, un mundo con bares sin mesas en el medio, solo pared y ventana.