En un banco de plaza, vencido, un señor duda.
Después de mucho, toma lo que ha logrado reunir de coraje, y se levanta, lento. Con paso tímido se dirige al banco de enfrente, del otro lado del sendero de piedras. Una chica de anteojos de metal lee un libro, ajena al mundo.
« Perdone, señorita, no quiero molestarla, solamente hablar; ¿podría sentarme con usted? No quiero molestarla, solamente hablar, porque… solamente hablar, ¿no le molesta? Perdonemé. »
La chica vuelve al mundo, y lo mira, y le sonríe. El señor sonríe también, y le brillan los ojos.