Cero dos, diez, cero ocho

A veces simplemente siento
que quiero la vida
que sé que no quiero.

Tener una ferretería, o
una librería comercial;
estar ahí todo el día,
y que eso sea todo el día,
y el día sea todo eso,
y mirar la tele, escuchar la radio,
leer el diario, tomar mate,
hablar con los clientes, con los
tacheros del bar de la esquina,
con el mozo; comer algo
en una rotisería,
ir a dar una vuelta y dejar
al empleado por un rato,
salir a mirar a las chicas,
decir piropos absurdos,
fumar un pucho,
estar al pedo.
No tener apuro,
no estar siempre al borde,
no deber siempre algo,
no tener siempre alguien que
me pida que haga algo.

Salir el domingo,
ir a la plaza a
tomar mate con bizcochos
y no pensar en la panza,
ni el estudio
ni el trabajo.
Llegar a casa y mirar videos,
salir con amigos,
tomar una cerveza,
tocar la guitarra,
leer un libro,
sentarme en un sillón,
escuchar música sin apuro,
cerrar los ojos,
ver algo nuevo,
prender un sahumerio,
salir al balcón,
mirar a la gente,
espiar al vecino,
cantar en voz alta.

[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]

S.

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