Había sido larga la espera, pero el gran momento había llegado, al fin. No podía creerlo. Había fantaseado mil cosas distintas, pero tenerlo así, enfrente mismo de las narices, era increíble.
Era un poco más chico de lo que había esperado, es cierto. En realidad, no era más chico, sino que, al ser un poco menos recto, y más alto en el costado, parecía que era más chico. Era eso, y el color, porque los destellos que tenía, como de tonos verdirosáceos lo hacían como más inflado si uno lo miraba desde abajo (aunque nadie lo mirara desde abajo). Y además tenía esas tres luces, justo al costado de las perillitas blancas y verdes, y los botoncitos de plástico torneado al sur, que, aunque no servían para repipetear el celámen, quedaban bonitos. El olor era desconcertante, aunque no desagradable ni desconocido, y desentonaba un poco, pero no era del todo raro, ya que la fricción era inevitable, y si se calentaba demasiado, imposible no enterarse.(Claro que no había que dejarlo levantar temperatura, porque podía escalonarse el trikatosh, y no quedaba otra que resetear y flashear)
Ya había leído el manual y hecho todos los preparativos. Ahora sólo faltaba elegir la víctima.
[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]