It was a very good year

Una mañana en Villa Luro

En Villa Luro vi la nieve, esa que sacó a toda la gente a la calle, y nos hizo a todos muy felices y hermanados, al menos por unas horas. Ese evento histórico en la historia de la ciudad de Buenos Aires; y vi también el humo, el que inundó la ciudad y el subte, y nos hizo toser y llorar, y el solo se nubló, y algunos usaron barbijos, sin saber lo que vendría después.
En verano el sol cocía la terraza del departamento, y se colaba por el balcón, aprovechando que, con la pobreza, ni cortinas tenía. Era el averno mismo, y si no había cortinas, ni te digo aire acondicionado. Un ventilador Atma, había, y mucho sol. Todo el día. Y en invierno, el mismo sol no alcanzaba. El viento pegaba duro, y el edificio, en zona de casas bajas, era una estoica heladera.
Pero yo mucho no estaba. Era joven, trabajaba, estudiaba, tenía novia. Una banda tenía, también. Ensayaba, tocaba. Radio, televisión, Chile, de todo hicimos. Así que en casa mucho no estaba.
Volvía siempre de noche, y muchas veces era de noche al salir. Trabajaba ocho horas, el horario de oficina de rigor, y después, derecho al profesorado. Algunos días cursaba a la mañana también, con permiso llegaba un poco tarde. Recuerdo especialmente las clases de Gramática II, donde todos se conocían, pero yo, que era «visitante», porque era del vespertino, me sentaba solo, concentrado, pensando en salir corriendo a la oficina en cuanto la clase terminara. Las chicas iban maquilladas, coquetas, los chicos relajadso, cool; yo iba de traje. No hablaba con nadie, salvo con J., que era músico.
En la esquina de casa Juan B. Justo (que no tenía ni Metrobus ni nada, que era más bien una ruta que otra cosa) hace un triángulo, y los autos pasaban pitando sin piedad. Esa esquina quedaba justo entre dos paradas. El viento era especialmente malévolo e impune, y el rocío de la mañana, la bruma, empañaba el alma y el pensamiento.
Una de esas mañanas de invierno, camino al profesorado, con esa energía irracional que solo la gente joven tiene, con más fiaca que frío, con los puños apretados en los bolsillos, sorprendido por la neblina, saqué esta foto, que me parece muy linda.
Que para mí representa una etapa completa de mi vida, que no podría nunca terminar de graficar. Pero fueron buenos años.

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