“Puedo decir que asistí a un solo taller literario en mi vida y que duró alrededor de cinco minutos. Yo tenía dieciséis o diecisiete años, había escrito un cuento muy largo llamado “El último poeta” y consideraba que era, naturalmente, extraordinario. Se lo fui a leer, una tarde, a un viejo profesor sin cátedra que vivía en las barrancas de San Pedro, un hombre muy extraño. Bosio Arnaes se llamaba. Leía una cantidad de idiomas. Recuerdo que tenía un búho, papagayos, un enorme mapamundi en su mesa. Él mismo se parecía a un búho, pájaro, dicho sea de paso, que fue el de la sabiduría entre los griegos. La penúltima vez que lo vi, el viejo estaba casi ciego, pero se había puesto a aprender ruso para leer a Dostoievski en su idioma original. Eso la penúltima vez. La última, estaba leyendo a Dostoievski, en ruso, con una lupa del tamaño de una ensaladera. Era un hombre misterioso y excepcional. En San Pedro se decía que era el verdadero autor del libro sobre los isleros que escribió Ernesto L. Castro y del que se hizo la famosa película. La novela original era una novela vastísima de la que, se decía, Castro tomó el tema de Los isleros. No importa si esto es cierto; era una de esas historias míticas que ruedan y crecen en los pueblos.
De modo que fui a la casa de la barranca y comencé a leer mi cuento, que empezaba exactamente con estas palabras: Por el sendero venía avanzando el viejecillo… y ahí terminó todo.
Bosio Arnaes me interrumpió y me preguntó: ¿Por qué “sendero” y no “camino”?, ¿por qué “avanzando” y no caminando”?, en el caso de que dejáramos la palabra sendero, ¿por qué “el” viejecillo y no “un” viejecillo?, ya que aún no conocíamos al personaje; ¿por qué “viejecillo” y no “viejecito”, “viejito”, “anciano” o simplemente “viejo”? Y sobre todo: ¿por qué no había escrito sencillamente que el viejecillo venía avanzando por el sendero, que es el orden lógico de la frase? Yo tenía diecisiete años, una altanería acorde con mi edad y ni la más mínima respuesta para ninguna de esas preguntas.
Abelardo Castillo, en «Ser Escritor»
Lo único que atiné a decir, fue: “Bueno, señor, porque ése es mi estilo”.
Bosio Arnaes, mirándome como un lechuzón, me respondió:
-Antes de tener estilo, hay que aprender a escribir.”
[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]