Roberto te vio

Casi veinticuatro horas más tarde. Más vacío que ayer. Elijo el asiento largo del fondo, al lado de la cabina. Hoy no tengo música, pero aún me queda la ventana. Miro por la ventana con aire nostálgico de sábado de jazz.

En eso, una figura se acerca ofreciendo algo. Estiro la mano en el típico gesto de “no, gracias”, más por costumbre que por otra cosa. Y cuando empiezo a abrir la boca, levanto la vista. Y él, que también entrega ya casi mecánicamente, percibe algo y se frena. Hay un segundo de silencio:

-Disculpame lo que te dije ayer.
-Eh..? Ah, cómo estás?
-Disculpame lo que te dije ayer, me quedé pensando, tenías razón.
-Ah…
-No es por la plata nada más que uno lo hace. Hay algo más… Ése es el valor del arte.
-Claro… Yo lo agarré pensando que iba a encontrar, no sé, algo tuyo, o de alguien… la selección es buena, pero…
-Sí, claro…
-He visto que alguna otra gente vende lo que escribe, eso está bueno.
-Sí, yo lo ví, pero viste que muchas veces… como que te ofrecen algo que no está bueno, no?
-Sí, bueno, pero si puedo darle un mango a un pibe para que pueda morfar y seguir escribiendo, aunque lo haga mal… se lo doy. No va a ser un peso desperdiciado, se lo ganó.
-Vos escribís?
-Mmmmhh…. un poco…
-Ah…
-Y vos no escribís?
-Y…
-Capaz podrías poner algo tuyo, aunque sea en el medio de tanto clásico, así como perdido. Que lo compren por otra cosa, y después de golpe estás vos ahí…
-Sí, habría que ver… capaz…
-Qué sé yo, fijate…
-Bueno… –se levanta- Nos vemos…
-Suerte.
-Y disculpame, eh…
-Todo bien. Suerte.

Y vuelve a saltar al andén de Plaza Miserere.

[originalmente publicado en historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]

S.

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