Le había dicho a Pato que hacía mucho que no se juntaban a tomar unas birras, que tenían que juntarse, ponerse al día, que después de tantos años de tanto, tenían que juntarse cada tanto, más allá de la juntada que cada tanto hacían con los muchachos de la primaria.
Y Pato dijo que sí, que tenía razón, y un sábado que los dos estaban sin parejas, se juntaron. Pato llegó en el auto nuevo, que había comprado hacía nada, con los dividendos que el negocio, pequeño pero efectivo, había dejado. Negro, con luces lindas.
Se pusieron a hablar, y que cómo anda lo tuyo, y lo tuyo también, y primero las cosas sin importancia, después los recuerdos de otras épocas, en que habían tenido una relación mucho más cercana, después las cosas más importantes, más personales, las que uno no le cuenta a cualquiera todo el tiempo, después más recuerdos, y así, entre birra y birra, se iban alternando las cosas. Cada uno conocía la familia del otro, sus pasados, y cosas, y salía birra tras birra; y llegó un momento en el que llegó el whisky, y así andaba la cosa, y en un momento tuvieron que irse.
Pato dijo te llevo, pero no vieja, mirá lo que tomaste, no podés manejar, pero te llevo, está todo bien, puedo manejar, pero no, no da, pero sí, dale, no pasa nada, voy con cuidado, pero dejá el auto y te tomás un taxi, no dale, te llevo, está todo bien, y al final, subieron al auto.
El viaje anduvo bien algunas cuadras, pero Pato no manejaba todo lo bien que hay que manejar. Pato, así no podés manejar, andá más despacio, pero no, está todo bien, tranqui, no, posta, andá despacio, que sí, que no, que quedate tranqui, que fijate, y al final llegó un semáforo rojo, y el auto negro paró, y se abrió la puerta. Boludo, yo me bajo, todo bien pero nos vamos a matar en cualquier esquina, y no da; pero no seas aparato, subí, dale, no pasa nada; no, posta, está todo bien, pero camino, me busco la parada del bondi y mientras me despejo, o me tomo un tacho; que sí, que no, y al final ambos se chivaron, y Pato dijo que se iba, y esperó un segundo, pero la amenaza no sirvió, y miró con cara de bueno, ya fue, y se fue.
Iba caminando, en busca de aire y colectivo, o taxi, o simplemente caminando, quién sabe, a la vez que, en algún momento, se dio cuenta que no era la zona más agradable para caminar a esas horas de la noche; y no habrían pasado cinco minutos (o tal vez sí, porque el alcohol borra los recuerdos y entorpece las percepciones) cuando aparecieron unos muchachos, jóvenes y fornidos, también sustanciados, amigos de lo ajeno, que empezaron pidiéndole unas monedas, para pasar a algo un poco más contundente, para pasar finalmente a exteriorizar su descontento ante la tibia negativa con firmes golpes de puño y patadas.
Despertó en una habitación de hospital. Tenía, entre varios más, un mensaje de Pato: Boludo, llegaste bien?