Una noche de lluvia

Los policías miraban. Siempre miran todo los policías. Los médicos esperaban, expectantes, preparados. Los bomberos corrían, gritaban, iban, venían, traían herramientas, se tiraban al piso, se levantaban. Te habrías dado cuenta quién era quién aunque no hubieran estado uniformados. Los canas mientras miraban, hablaban. Debatirían, tal vez, si la mina había cruzado bien o mal, o que qué cagada, o que mirá ahora todo el papelerío que habría que hacer. Cuando llegó la autobomba (minutos antes había llegado una Pumita, una camioneta de bomberos más pequeña que la típica autobomba) un bombero salió corriendo, pasó al ladito nomás de los canas, para parar el tránsito y hacerla pasar. Los canas, en grupos de tres o cuatro, seguían con lo suyo. Llovía, hay que decirlo. Bajo las ruedas traseras del 68, una mujer. Cuando llegó la autobomba -anunciada por su sirena agónica, tremenda-, incluso antes de que frenara, bajaron bomberos, se abrieron puertas, aparecieron herramientas, como hormigas se desplegaban. Había no menos de ocho bomberos al lado del colectivo, en el piso. Había no menos de ocho policías también, al lado del colectivo. Pero más lejos, mirando. Los policías siempre miran todo. No tenían chalecos naranjas, porque eran policías de patrulla, de comisaría, los que salen a dar vueltas en auto, no de los que chupan frío en las esquinas. Vino otra ambulancia más, que se quedó enfrente, a la distancia, por si acaso. Era conmovedor ver a tanta gente preocupada, excitada, preocupada por hacer lo posible por ayudar a la mujer que, quién sabe cómo, había terminado abajo del colectivo. Era conmovedor ver cómo los policías se abstenían de interferir, de molestar. Formaban un cerco alrededor de tanta adrenalina, para que no se desmadrara, seguramente. Algunos curiosos miraban un poco retirados. Pero no eran muchos, llamativamente. Llovía, hay que recordarlo. Finalmente consiguieron sacar a la mujer. En seguida la subieron a la ambulancia. La ambulancia se fue. Los bomberos empezaron a juntar sus petates y después de un rato, terminaron y se fueron. El colectivo y un patrullero siguen ahí.

[originalmente publicado en https://historiasquenollevananingunlado.blogspot.com]

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

two × 4 =